domingo, 30 de marzo de 2014

1 práctica fundamental para fiestas y tres pavadas que suman


Toda persona que viene a una fiesta en mi casa o asiste a un evento donde yo tengo algo que ver, sabe que al llegar, va a tener que elegir un vaso, encontrar el marcador pertinente y escribir su nombre. Empecé haciéndolo en los vasos descartables, después incorporé la cinta de papel para marcar también los vasos de vidrio, y ahora con las washi tapes hasta pude ponerle un poco más de onda al tema. 


No es que tenga aversión a compartir vasos, pero me desespera alejarme dos minutos de la mesa donde apoyé mi vaso en una fiesta, volver y encontrarme con 5 iguales y con el mismo contenido. ¿¿¿Cuál es el mío???

Por suerte la solución es ridículamente sencilla, y aunque muchos se han burlado de mí, por lo general todos terminan reconociendo haber tenido el mismo problema y que con esto se acaba. Como beneficio extra, sirven como ayuda memoria en las fiestas donde no recordamos los nombres de todos, e implica menos lavado de vasos al final de la noche ya que cada uno usa uno solo, y si quiere cambiar de bebida, deberá lavarse el propio! ;)

La primera de las dos pavadas que suman en cualquier reunión es tan pero tan típica que me sorprendería muchísimo si alguien no las hubiera visto ya. Hablo de estas lámparas colgantes de papel barrilete que se ven por todas partes, especialmente en Pinterest: 



Sus dos mejores cualidades son lo baratas que son (con $45 hicimos 7 para la despedida de soltera de mi hermana) y lo mucho que contribuyen a las decoraciones temáticas (la nuestra, claramente, era de Boca Juniors). Además, el hecho de que haya cosas colgando del techo, a mi gusto, siempre suma al ambiente de una fiesta. Son facilísimas de hacer, aunque a mí me tuvo que enseñar y ayudar una amiga, pero yo soy la abanderada a de las inútiles así que no cuento. 

La segunda pavada sirve solo para reuniones donde se van a jugar juegos de mesa: en vez de usar las fichitas que vienen con el juego o recurrir a botones, monedas y demases cuando esas fichitas han desaparecido, busqué en Facebook las fotos de perfil de las invitadas, las copié chiquitas, las imprimí, las pegué con cinta de papel a escarbadientes, y en la base le puse una bolita de plastilina. Ta-da! Personalización instantánea y facilísima.


Con un poco más de tiempo y creatividad, les podría haber agregado cuerpitos, pero bueno. Fueron un gran golpe de efecto; algunas de las chicas hasta se las llevaron de recuerdo.

La última pavada es la más antiecológica y se puede solo adivinar en la foto anterior: se trata de forrar la mesa del evento con papel madera o craft. Las ventajas son la poca preocupación de la dueña por que el mantel se arruine con cosas que se vuelquen, y la fácil personalización que se le puede dar. Para esta fiesta, tomé un marcador negro y escribí bien grande: "Se casa Cande, boludaaaaa!" Listo. Facilísimo. La idea era poner crayones sobre la mesa para que dibujaran o escribieran mensajes, pero me olvidé. Así que al otro día, cuando fue el momento de levantar todo, simplemente hice un bollo con el papel y chau. Antiecológico, sí, y esa es su gran desventaja. Pero como fácil, cómo y barato, es imbatible!

¿Usan, usaron o usarían alguna de estas ideas?

domingo, 16 de marzo de 2014

Mañana

Hace mucho que no escribo porque estaba esperando poder sacar fotos que me gusten, con una luz aceptable, en un entorno decente. Eso no va a pasar. Porque incluso cuando hago un gran esfuerzo porque mi casa esté digna (entre mega comillas) de ser fotografiada, me siento a disfrutarla y vivirla, en vez de a sacarle fotos. Así que bueno, seguiré escribiendo.

Prefiero concentrarme en que estoy escribiendo esto un domingo a la noche. Lejos de ser una fuente de depresión para mí, los domingos tienen un feeling especial. En mi mente son como un borrador gigante que me permite borrar la pizarra imaginaria de la semana que pasó, y empezar una nueva, a estrenar, limpita y lista para ser llenada de cosas buenas.

Y no es que venga mal, ¿eh? Para nada. Sigue funcionando perfectamente mi planificación quincenal de comidas, no hemos sucumbido al delivery ni a McDonald's (2 clásicos de antaño), el perchismo sigue a full, y la rutina nocturna se cumple la mayoría de las veces. Estoy tranquila y orgullosa de mí misma, pero obviamente, sigue habiendo mucho espacio para mejorar.

Es domingo a la noche y siento que estoy rompiendo el papel de regalo en el que viene envuelta la semana que empieza en unas horas, semana que en mi mente se antoja perfecta, organizada, sin un desliz. En mi motivación, me veo abriendo la agenda al menos 4 veces al día (una a la mañana, una en cada colegio y la última al volver a casa), porque soy la campeona de hacer listas de todo tipo pero después ni las miro.

En mi mente, también, lavo los platos ni bien terminamos de comer, no me da fiaca ni una sola vez, y paso mucho tiempo tirada en el cuarto de mis hijos jugando con ellos, ignorando a la computadora y a la heladera, porque ya que estamos empiezo una dieta estricta que me llevará a estar diosa para el casamiento de mi hermana.

En mi visión me pinto las uñas y tengo tiempo suficiente para esperar que se sequen sin que se corran. Me voy a bañar todas las noches y salgo de la ducha relajada y energizada al mismo tiempo, con ganas de corregir o preparar algo en la compu para el día siguiente en el colegio.

¿Va a suceder todo esto esta semana? Probablemente no, pero si la empiezo pensando en todo lo que no voy a terminar haciendo, empiezo mal. Entonces elijo arrancar con esta visión optimista e hiper positiva, creyendo que sí se puede, que mañana será finalmente el primer día del resto de mi vida, que me voy a despertar siendo otra.

Total, si todo se arruina, el domingo que viene me vuelven a alcanzar el borrador.

martes, 25 de febrero de 2014

Las cosas obvias (II): Planificar el menú

Hola! Acá estoy! No den a este blog de baja aún, no está muerto quien pelea. Es verdad que el regreso a la rutina y al mundo laboral no han sido del todo fáciles, y que las cosas no esenciales, como un blogcito que recién empieza, han tenido forzosamente que dejar paso a lo urgente, pero aquí estoy!

Estoy contenta porque las rutinas y sistemas que empecé a idear hace unas semanas se siguen manteniendo. Algunas noches más puntillosamente que otras, es cierto, pero la base está. El tema del perchismo me hace absolutamente feliz. El domingo estuve un rato a la noche 'trabajando' en eso, y armé más de 10 perchas. Nada mal.

Sigo lavando los platos a la noche y dejando mis cosas del colegio, las cosas del jardín y el uniforme del bebé preparados arriba de la mesa, y no tuve que correr ni una sola mañana. Felicidad total.

Mi marido hace la cama a la mañana después de que yo me voy, y les aseguro que volé el perfeccionismo bien lejos al darme cuenta de lo lindo que es volver a casa y tener la cama bien hecha, aunque no sea al 100%.

Todas pequeñas prácticas que en suma me aportan paz mental, que es exactamente lo que necesito para funcionar día a día. Todavía falta el gran desafío de empezar las clases, donde el cansancio se va a multiplicar seguramente, pero cruzaremos ese puente cuando lleguemos a él.

La última vez hablé de la importancia de que cada cosa tenga un lugar designado y específico, para poder devolverla ahí después de usarla.

A mí las cosas que me preocupaban eran:

1. Los controles remotos. Son 4 los que andan dando vueltas. En la foto hay 2, lo que prueba que el sistema no es perfecto. O en realidad sí: cuando están en uso, andan por cualquier lado, pero cuando tengo que ordenar, ya sé exactamente adónde van. La cajita, además, tiene valor sentimental porque fue el regalo que me hizo una amiga con sus propias manos para Navidad.


2. Las washi tapes, que no son 300, claro que no. Terminaron en exposición en mi cuarto, sobre un mueble donde tengo todos mis artículos de librería/docencia/crafter wannabe. No las uso, es cierto, pero me encanta mirarlas.


3. Los aros. También tengo bastantes, y no los usaba porque no practicaba el perchismo y porque no los tenía lo suficientemente a mano. Así que reutilicé mi corcho de la adolescencia, adonde solía poner canciones suicidas de Radiohead o ese tipo de cosas, y lo llené de aros. La idea original era forrarlo con una linda tela, pero bueh: temporalmente, digamos por un par de décadas, quedará así.



El tema que nos convoca hoy, sin embargo, es otro. Es la segunda recomendación del booklet 
Project Organize Your ENTIRE Life: The Quick Start Guide, y es algo que me hace sentir muy organizada y no practicaba por fiaca. ¿Ya adivinaron? La segunda de las prácticas más basicas para una vida organizada es...

Planificar el menú!

Es algo que consume poco tiempo y aporta enormes beneficios. Yo lo hago consistentemente desde que volvimos de las vacaciones este año, y pretendo seguir haciéndolo. Les muestro mi método:

Paso 1: Me despierto el sábado a la mañana. Me quedo en la cama todo el tiempo que mi marido y mis hijos me lo permitan. Me resigno. Me levanto. Preparo desayunos. Con mi taza en la mano, me siento a la mesa y preparo esto:

"Esto" vendría a ser:
a. La pizarra con imán (de Reina Batata) donde escribo las comidas con marcador de pizarra.


b. La lista de compras (de NotAToc), que llevaré conmigo al supermercado.


c. Mi agenda, donde voy anotando la patética lista de las pocas comidas que sé cocinar: (PATÉTICA)


y D., el inventario de heladera y freezer, donde marco qué reservas tenemos.

Paso 2: Con todo esto listo, empiezo por asignar espacios para cada día y comida. Nosotros no estamos en casa a la hora del almuerzo, así que solo me tengo que preocupar por la cena. Por eso prefiero planificar dos semanas cada vez. Una vez hecho esto, fundamental, anoto los cumpleaños que harán que no me tenga que preocupar por cocinar esa noche.


Paso 3: Mirando el inventario para ver qué tenemos, pero sin olvidar el pequeño detalle de que sé cocinar 4 pavadas nada más, empiezo a armar el menú. Los domingos a la noche tienen un lugar especial en mi corazón porque es el día en que comemos todo lo que quedó de lo que comimos en la semana. Arrancamos el lunes sin tuppers en la heladera! Si no llegara a haber comida sobrante, enseguida nos arreglamos con una sopa de arroz, y a la cama.


Paso 4: Con el menú armado y el inventario en la otra mano, armo la lista de compras. Compro solo lo que voy a necesitar para cocinar esas dos semanas, más los extras como leche, yoghurts, cosas de limpieza, galletitas, bueh, se entiende.

Paso 5: Venzo mi fiaca y voy al supermercado, sola o acompañada por mi hijo mayor, vuelvo y guardo todo en el momento, lo cual me cuesta muchísimo!

Paso 6: Sigo el plan! Solo tengo que acordarme de mirarlo con un poquito de anticipación por si hay que descongelar algo con tiempo o por algún motivo faltó comprar algo.

Desde que hago esto, no pedimos comida ni comimos afuera "de urgencia, porque no hay nada en casa" ni una sola vez. Por ende, gastamos mucho menos en comida. Nada se echa a perder, porque hay un día asignado para comer lo que queda. Puedo estar tranquila sabiendo que siempre voy a tener qué cocinar, y no dedico ni un segundo de mi día a preocuparme por este tema. Me ocupo y ya.

Ustedes, ¿planifican qué van a comer? ¿Cada cuánto? ¿Tienen un momento de la semana para hacerlo? ¿Siguen algún método en particular? ¿No lo hacen pero les gusta la idea? Prueben! No se van a arrepentir!

domingo, 16 de febrero de 2014

Perfecto para mí

Una de las primeras enseñanzas que recibís cuando empezás a leer sobre organización es que uno de nuestros principales enemigos es el perfeccionismo. Esa idea de que si no va a quedar perfecto, para qué me voy a gastar. Si solo voy a tener tiempo de planchar 15 de las 35 camisas que tengo apiladas arriba de esa silla, mejor me quedo en Facebook otro rato, porque total para qué. O en otro ejemplo, si me puse a dieta pero a la tarde me comí una medialuna, para eso me como toda la docena y vuelvo a empezar mañana, porque ya que rompí la dieta, mejor la rompo bien. Un pensamiento que no me es ajeno para nada, debo decir, pero que hay que combatir.

En cuestiones del quehacer doméstico, en realidad, mi perfeccionismo pasa más por cómo hacen las cosas los demás. Nunca estoy tan satisfecha con el resultado como cuando hago las cosas yo misma. Pero claro, después me quejo de que hago todo sola. Ahí mi marido se ofrece a ayudar y hace todo tan distinto que dejá, dejá, yo puedo. Y el ciclo vuelve a empezar.

Por eso, una de las primeras medidas que me impuse al empezar a pensar en esto de la casa organizada aún con el ritmo vertiginoso que va a tener mi vida este año, es que tengo que empezar a aceptar el trabajo y el esfuerzo de los demás como lo que es:  válido y útil.

Mi marido no hará la cama como a mí me gusta, dispondrá la vajilla en el secaplatos de una manera que a mí me parece insólita, vestirá a los chicos con literalmente lo primero que encuentre. Pero en vez de concentrarme en lo que a mí me parecen fallas, voy a ver lo importante: que tengo un marido dispuesto a hacer todas esas cosas con buena onda y las mejores intenciones.

¿A alguien más le pasa eso del perfeccionismo? ¿Lo intentan combatir? ¿Cómo toman la ayuda de los demás?


PD: Empecé muy mal con el tema de contestar comentarios, ya mismo me pongo en eso!

lunes, 10 de febrero de 2014

Las cosas obvias (I): Un lugar para cada cosa, cada cosa en su lugar

Ya que este blog es tan nuevo y tan de principiante, voy a empezar a escribir sobre las cosas más obvias, que cualquiera con un poco de sentido común daría por sentado desde el vamos, pero que a mí me llevó horas de Internet y reflexión descubrir e interiorizar.

Empiezo por el mantra:

"Un lugar para cada cosa, y cada cosa en su lugar". 

La segunda parte es bastante obvia. Cuando cada cosa está en su lugar, la casa estará impecable, o al menos, a su máximo potencial. Cuantas más cosas fuera de su lugar encontremos, más desordenado se verá todo.

Para mí, lo más complicado es encontrar, o asignar, un lugar para cada cosa. Porque todas sabemos exactamente adónde se guardan los platos en nuestra casa, o las remeras, o el shampoo. Esos son fáciles. Ahora, encontrar un lugar para CADA cosa implica decidir exactamente adónde se deben dejar los controles remoto después de usarlos, adónde van los papeles que traemos de afuera, como facturas, invitaciones, tickets de cambio o garantías, por ejemplo; en qué parte de la heladera se ponen los yoghurts o adónde meter las 300 washi tapes que nos compramos de China y no sabemos en qué usar (presente!).

Todas estas cosas se van sumando, y pasan a ser vagabundas en nuestras casas. Las vamos apoyando en cualquier superficie semidescubierta y pasan a ser de la escenografía estable. Lástima que arruinan todo. Lástima que hacen que todo parezca desordenado, a pesar de nuestro mayor esfuerzo.

Entonces, básicamente, creo que el paso 1 de cualquier proceso organizativo tiene que ser tomarse el tiempo de decidir, a conciencia, cuál va a ser el lugar para cada cosa. Sí, por supuesto, después siempre habrá tiempo de replantearlo si cambian nuestras necesidades o el valor que le damos a los objetos, pero lo importante es que cada cosa tenga un 'hogar' al cual volver.

La gran aliada de este proceso es la práctica de etiquetar TODO lo que sea posible. El tema de los cajones en el cuarto de mi hijo, por ejemplo, sería un tremendo caos si no fuera por esas etiquetas que lo ordenan. Pero siempre se puede ir más allá. Ponerle nombre a cada frasco contenedor, cada cajita, cada cajón incluso, va a facilitar nuestras vidas, porque nos va a ser posible mantener el sistema en el tiempo, y que con bastante viento a favor, se dé el milagro de que los otros seres humanos con los que cohabitamos puedan ayudar a mantener el orden!

Hoy es lunes. ¿Qué les parece si en el transcurso de esta semana buscamos 3 cosas vagabundas que anden dando vuelta por nuestra casa, les asignamos un hogar permanente, si es posible con cartelito o etiqueta orientadora de marido e hijos, y el lunes que viene nos juntamos acá a festejar este primer pequeño gran paso?

jueves, 6 de febrero de 2014

El "Perchismo"

El perchismo es una práctica maravillosa que de ninguna manera es nueva ni se me ocurrió de motus propio. Lo leí y descubrí por primera vez en Revista Cotorra y tuve uno de esos momentos donde pensás "Pero obvio! Está clarísimo que esto mejora la calidad de vida! Cómo nunca se me ocurrió?"

En palabras de las expertas, "El procedimiento es muy simple: todas las noches antes de irte a dormir tomarás una percha y en ella colgarás todo lo que te pondrás al día siguiente para ir a trabajar. Y cuando digo todo, quiero decir: TODO. No sólo el pantalón, el top, el saquito sino también las medias, la tanga, el corpiño, el collar, los aros, la cartera, la chalina. Todo lo que te vayas a poner, en resumen."

Lo empecé a aplicar al otro día de leer el post y me cambió las mañanas. Claro, después vino la licencia, el quedarme en casa, abracé el pyjamismo hasta que no me quedaba otra que vestirme medianamente para salir a llevar a mi hijo al jardín, etc. Pero ahora esa etapa terminó, volvemos a la rutina, volveremos al perchismo.

Esta vez estoy más en foco que nunca porque pretendo cumplir tres megaobjetivos:

1. Aplicar el perchismo también a la ropa de los chicos, que será básicamente uniforme del jardín.
2. Lograr que mi marido se sume y prepare su propia ropa la noche anterior (dificilísimo).
3. Lo más ambicioso: pretendo armar el domingo a la tarde/noche, 5 (CINCO) perchas para usar durante la semana. Con opciones de clima variada porque ya sabemos cómo es esto, y con cierta flexibilidad como para no obligarme a salir el viernes en remerita bajo la lluvia porque esa es la única percha que me quedó, obvio.

Esta determinación se acompañó de una purga masiva de mi placard, donde separé para donar todo lo que ya no me convencía 100%. Estoy orgullosa de haber podido regalar cosas que estaban a un 80% , por ejemplo. Mi objetivo es, de a poco, empezar a armar un guardarropas más clásico, básico, donde todo pueda ir con todo sin pensar demasiado. Es que a mí me tira el estampado, las flores, los colores... Pero cuando todas tus polleras tienen flores y todas tus remeras tienen rayas, se complica el armado de conjuntos... Y con estos malditos 30 años en puerta, siento que ya es tiempo de aflojarle a las zapatillas con lentejuelas y Como Quieres Que Te Quiera y ver con más cariño a Yagmour.

martes, 4 de febrero de 2014

Limpieza virtual

Hace poco, y medio de casualidad, me crucé con esta página, Life Less Bullshit. Fue amor a primera leída. Sentí que Nicole me hablaba a mí, en muchos sentidos. Y ese, claro, es su objetivo, porque lo que busca es llegar a la mayor cantidad de personas posible y ayudarlas a mejorar su vida, sea lo que sea que eso signifique para cada uno.

Lo primero que leí de su página fue este e-book, The 4-Step Life Purge, que tuvo un impacto inmediato en mi vida. Me di cuenta de lo llena que estaba de 'mental clutter', de cosas que me hacían ruido en la cabeza o me la llenaban sin sumar ni dejarme nada. Eran cosas que tenía tan incorporadas que ni me daba cuenta del tiempo que me consumían, pero estaban ahí y molestaban.

Estoy hablando específicamente de 3 aplicaciones que tenía bajadas en el celular y que chequeaba constantemente: Twitter, Facebook y Pinterest. Entonces, sin pensarlo demasiado, al otro día de leer el e-book, las borré. Y sinceramente, no las extraño.

Twitter está buenísimo, te entretiene, te solés encontrar genialidades muy bien redactadas, y hasta, como en mi caso, te abre un poco el tupper para que te enteres qué está pasando a tu alrededor. Pero esas perlitas están escondidas entre miles de tweets cotidianos, que no suman nada, que detallan la vida de los otros y que leés mientras deberías estar viviendo la vida propia. No juzgo a los twitteros, obvio, supongo que cada uno sabrá manejar el tiempo que le dedica, pero en mi caso sentí que estaba siendo demasiado. Entonces, mejor cortar de raíz.

En el caso de Pinterest, lo que me pasaba era que también invertía demasiado tiempo mirando las cosas divinas y las ideas geniales de los demás, y pinneaba y pinneaba... pero nunca hacía! Prefiero seguir manejándome con esa página, que amo, como hacía hasta antes de instalar la aplicación en el teléfono: cuando encuentro algo que me interesa en los blogs que leo, lo pinneo, pero no me pierdo horas buceando en Pinterest porque sería historia de nunca acabar. Y, lamentablemente, el mayor flagelo de esta vida 2.0 es que pinnear cosas no equivale mágicamente a tenerlas o hacerlas, así que mejor pinnear menos y hacer más.

Por último, el caso de Facebook es un poco más complejo. Porque así como Twitter está plagado de anónimos, en Facebook están mis familiares, amigos y conocidos. Entonces borrarlo, o no entrar nunca más, es un poco más antipático, y algo que de hecho no quiero hacer. Pero me esforcé por sincerarme conmigo misma, entré a las noticias, y empecé a liberarme de enterarme los pormenores de la gente que no es de mi círculo íntimo. No los eliminé, no los bloqueé, simplemente elegí no ser bombardeada de información en una especie de programa de chimentos personalizado. El día que quiera saber qué es de la vida de mi compañera de la primaria o de mi primo tercero que conocí una vez cuando era chica, simplemente iré a su muro y saciaré mi curiosidad. Pero tengo el presentimiento de que ese día nunca llegará... Hoy por hoy, mi página de noticias me muestra solamente lo que publica mi familia, mi grupo de amigas cercanas, ciertas bloggeras que han pasado a ser amigas y algunas otras personas específicas que disfruto leer o ver, aunque sea en Facebook.

Como resultado de esta limpieza general, mi celular volvió a tener funciones de intercambio: teléfono y WhatsApp, y poco más que eso. Ya no lo siento una extensión de mi mano, y me alegra mucho.

¿Alguien más siente que una limpieza de teléfono o de Facebook le devolvería tiempo que se está diluyendo en nada?

lunes, 3 de febrero de 2014

Rotación de juguetes

Como ya conté, mis hijos comparten el cuarto. Pero para ser sincera, la mayoría de las cosas que hacían que el lugar desbordara, pertenecían a mi hijo mayor. Cada cumpleaños, Día de Niño o Navidad el tema empeoraba, entraban más juguetes y, al no salir ninguno, mantener el orden se volvía una misión imposible.

Hace un tiempo me bajé un e-book del sitio Modern Parente, Messy Kids. Era una guía rápida sobre cómo comenzar a organizar y simplificar tu vida. Una de las cosas que mencionaba era esta idea de Toy Rotation, o rotación de juguetes.

El concepto es simple y tiene mucha lógica: si un chico tiene demasiados juguetes a la vista, la sobreoferta lo va a marear, y, cual mujer frente a un placard lleno de ropa, va a asegurar que "no tiene nada con qué jugar", o va a volver siempre a lo mismo. Además, lógicamente, el cuarto tenderá a parecer siempre más desordenado.

En cambio, si los juguetes se van rotando, a los ojos de los chicos cada tanto van a aparecer juguetes 'nuevos', o al menos lo suficientemente olvidados como para volver a llamar la atención.

En casa, el estado de la situación era el siguiente:



Juguetes viejos, nuevos, de interior, de exterior, amados, ignorados, usados frecuentemente o jamás estrenados. Todos en ese lindo caos.

Me remití entonces a esta página recomendada en el e-book, que propone dividir los juguetes en tres categorías:

1. Thinking toy, o juguetes para pensar: rompecabezas, memotests, juegos de letras, de formas, bueno, se entiende la idea.
2. Moving Toys, o juguetes para moverse: pelotas, juegos de deporte, aros, etc.
3. Pretending Toys, o juguetes para jugar al "como si": casitas, autos, juegos de cocina, disfraces, ese estilo.

La idea es elegir 3 o 4 de cada categoría, y dejar solo esos a la vista. Los demás esperarán su turno en otro lugar. El sentido de esto es que, con opciones acotadas, el chico pueda realmente jugar con todo. Y si hay algo que ni aún así le llama la atención, bueno, será hora de evaluar si es buena idea seguir conservándolo.

Yo saqué todos los juguetes y juegos que ven en la foto, y los agrupé según las categorías. Hubieron algunos que me fue difícil categorizar; eran los que según este artículo se denominan "shiny and passing", algo así como "brillantes y pasajeros", esos juguetes que hacen tantas cosas que entretienen un rato, pero no dan demasiado lugar a la imaginación, el chico los mira desde un lugar pasivo, y, lógicamente, rápidamente pierde el interés. A esos los dejé aparte, en una cuarta pila.

Cuando terminé de categorizar, reubiqué los que me interesaba conservar para la primera rotación en los estantes, y quedó así:


No es el colmo del orden y la organización, pero les aseguro que está muuuucho mejor. Lo que elegí para dejarle en principio fue:

*Para pensar: 2 rompecabezas, 1 memotest.
*Para moverse: cajón de pelotas, skate, globos e inflador.


*Para jugar al  'como si': sombreros y cotillón para disfrazarse, juego de granja, juego de cocina, guitarra, su amado disfraz de caballero medieval:


Me excedí un poco en esta categoría, pero es con lo que más me gusta ver jugar a mi hijo.

Además, le dejé afuera sus amados autitos y pistas (solo los medianos, guardé los Hot Wheels y regalé los más grandes, con los que nunca jugaba), sus cosas de arte, algunos libros y su canasto con toda su pandilla:



Revisando los muñecos, guardé los 3 que amaba cuando era más chico: el Sapo Pepe, Piñón Fijo y Mickey Mouse, porque imagino que algún día pueden ser también los preferidos del bebé. Sin embargo, esa misma noche, al preguntarle con quién quería dormir, eligió al Sapo Pepe. Tuve que sacarlo de su escondite y eso me llevó a pensar dos cosas: que menos mal que lo tenía a mano, y que mi nene grande no es tan grande como él mismo quiere creer.

Ya estamos como para hacer la segunda rotación de juguetes, y la verdad que el sistema me pareció acertadísimo. Mi hijo jugó con cada uno de estos juguetes y los disfrutó como no podía hacerlo antes. Además, el cuarto se mantuvo ordenado siempre, porque estaba claro adónde había que guardar cada cosa después de jugar.

Estoy segura de que cuando cambie los juguetes en exposición, él los va a mirar con otros ojos, se va a sorprender de volver a verlos y les va a prestar más y mejor atención que antes. Después les cuento.


viernes, 31 de enero de 2014

Trapitos al sol


Este es mi lavadero, donde lavo mi ropa escuchando música new age:


Ja. NO. No lo es. Mi lavadero hoy en día es un lugar oscuro y horrible, espeluznante, que asusta niños y ahuyenta a cualquier persona con un poco de sentido de lo estético. Pero no lloren por mí, porque hay grandes planes de cambiar esa situación. Con unos cuantos vientos a favor, quizás algún día pueda tener uno como ese (sacado de acá), o como este de acá abajo:


 (Fuente)

Pero esa no es mi realidad actual, y hay que trabajar con lo que tenemos: un lavadero/garage impresentable, un lavasecarropas Longvie y 4 personas que insisten en usar ropa.

Mi lavasecarropas fue un capricho derivado de tantísimas horas leyendo blogs americanos que hablan siempre del washer y el dryer. Yo quería eso! Meter ropa sucia y sacar ropa limpia Y seca! No más colgar y descolgar en la soga! Finalmente mi santo marido accedió, y pasó a ser una parte fundamental de mi felicidad en invierno.



Porque la realidad es que no todo es color de rosa con el don lavasecarropas. Tiene 3 grandes desventajas:
1. La ropa sale seca y calentita pero requetecontra muy arrugada, y, según la prenda, a veces un poquitín más chica de lo que entró.
2. Tarda mucho en completar el ciclo, alrededor de unas 5 horas, entonces
3. Es antiecológico porque gasta mucha energía!

Por eso, en general, prefiero usarlo en invierno, cuando la lluvia y los días grises hacen que secar la ropa en la soga no sea una opción. Es la única manera de asegurarme tener siempre uniformes listos. En verano, donde no hay uniformes que cumplir, casi siempre recurro a la clásica soga.

Sea cual sea el método de secado elegido, la realidad es que con la llegada de mi segundo hijo se hizo evidente que necesitábamos organizarnos mejor en todo, incluyendo el lavado de la ropa. Por eso, además del canasto que tenemos en el baño para los adultos, agregué dos más chicos en el cuarto de los niños, así cada uno tiene el suyo y puedo lavar por separado.

No sé cómo se organiza cada uno para lavar; supongo que hay gente que prefiere sacarse todo de encima en un solo día de la semana y después no pensar en ropa sucia por 6 días más, pero eso acá sería imposible, así que opté por hacer un lavarropas por día y asignar a cada día un tipo de ropa específico:

L: Toallones
M: Ropa nuestra
M: Ropa interior nuestra
J: Sábanas
V: Ropa de hijo mayor
S: Ropa del bebé (que generalmente requiere tratamiento previo al lavarropas)
D: Ropa nuestra

Sí, las sábanas y los toallones se lavan solo una vez a la semana. Más no puedo. Y este sistema me permite no pensar en qué lavar cada día, sigo la lista y ya. También me asegura que todo se lavará al menos una vez a la semana, y finalmente, hace que no me estrese cada vez que paso cerca de los canastos pensando que tengo que lavar la ropa.

Ahora que estoy de vacaciones, prefiero hacerlo ni bien me levanto y sacármelo de encima. La prueba real va a ser cuando vuelva a trabajar, a ver cómo me organizo. 

Lo que sí sé es que en mi lavadero de ensueño, voy a incluir estos vinilos:



Porque ahora que estoy organizada, estaría buenísimo hacerme experta en lavar, y recibirme por fin de madre completa!

jueves, 30 de enero de 2014

Una idea para guardar la ropa de los chicos

La docencia trae aparejadas largas vacaciones de verano, donde, generalmente, aparecen ataques de organización. Este año no ha sido la excepción para mí; ando atenta por mi casa buscando qué ordenar, organizar, purgar o tirar. Intento ser cada vez más eficiente y buscar sistemas que duren en el tiempo, porque me conozco lo suficiente como para saber que una cosa es el verano, cuando estoy todo el día en mi casa y con la organización como prioridad, y otra muy distinta es el resto del año, cuando vuelvo cansada del colegio sin ganas de esforzarme por mantener el orden. Entonces, ahí encuentro la clave: para que un sistema de organización dure, no tiene que requerir esfuerzos.

Mis hijos comparten un cuarto donde hay un ropero, pero solo disponen de la mitad del mismo porque la otra mitad pertenece a su padre, pobre hombre incomprendido que no ha logrado que yo le ceda un cm2 de mi placard. Y bueh.

El tema es que con la llegada de mi hijo menor, la ropa del mayor necesariamente debía ser desplazada del mueble en cuestión. Agregar otro ropero al cuarto era imposible por una cuestión de espacio, entonces vi esta idea en algún lado (juro que no recuerdo dónde, si alguien sabe por favor, ayuda!) y supe que era la solución para nosotros:



Son cajones plásticos que van debajo de la cuna del bebé, identificados con etiquetas caseras para ayudar a mi no-lector a saber adónde buscar -y también guardar!- cada tipo de prenda.

Inicialmente, las categorías fueron las que se ven en la foto:
-Uniformes del jardín.
-Sweaters
-Jeans
-Joggings
-Remeras de manga corta
-Remeras de manga larga
-Ropa interior (cajón de madera, más chico)

Esto era porque inauguramos el sistema en invierno. Ahora que pasaron los meses y veo que funciona como quería, las cosas cambiaron un poco, de acuerdo a su gusto para vestir: el cajón de joggings pasó a ser de shorts y trajes de baño, y el de remeras de manga larga ahora tiene toda la ropa de fútbol que mi hijo AMA usar, todos los benditos días, sin excepción. (Nótese lo contenta que estoy al respecto).

Las mayores ventajas que le veo al sistema son:
1. Le dio mucha más independencia a la hora de vestirse, ya que elige lo que él quiere, evitando las discusiones eternas sobre ponerse la remera de autos o de pelotas.

2. Hace que se pueda guardar su propia ropa cuando está lavada o cuando decide hacer cambio de vestuario en el medio del día porque sí. Claro, no la dobla, la tira ahí como sea, pero lo hace solo! Mientras la ropa no esté tirada y esté en el cajón correspondiente, no le exijo que la guarde ordenada.

Así encontré hoy las remeras...

3. Aunque los cajones estén desordenados, mientras estén cerrados, todo está bajo control. Cuando las remeras estaban apiladas en estantes en el ropero, siempre se veía un caos.

4. Me ayuda a mí para saber cuándo tiene demasiada ropa. Si las remeras no entran cómodamente en el cajón, es que tiene demasiadas. Hora de revisar qué le queda chico o ya no usa, y ver si se guarda para el hermano o se regala.
Suficientes jeans! No entran más!


Tanto me gustó este sistema, que a los pocos meses volví a Colombraro y compré estos canastos bajitos que usamos para todo su calzado.




Los guardamos abajo de su cama, y las 4 ventajas anteriores aplican perfectamente!